(...)Llovía como nunca antes había llovido, como si desde lo más escondido de las tinieblas un ángel maligno quisiera hacer temblar de terror a los hombres; el cielo estaba oscuro como si del mismo infierno de tratase y los relámpagos, lo único que muy a menudo lo iluminaba, brillaban con fuerza mientras su sonoro grito llenaba la oscuridad. Sólo mirar hacía arriba era retorcerse de pánico, y de una relajante angustia semejante a ese narcótico perfume sedante que se introduce, sin casi percatarnos, por nuestros sentidos. El lúgubre llanto de los cuervos acechaba en cada rincón, que servía como morada de vampiros sedientos de sangre, animales nocturnos que llevaban el nombre de la muerte escrito en sus ojos. Le acompañaba el ir y venir de extrañas miradas que perseguían a las almas en la mitad de la noche, justo después de que los muertos volvieran a sus tumbas a maldecir la vida perdida.
La amenazante e inquietante oscuridad era aterradora, pero mágica ala vez, el inmenso silencio, sólo roto por los truenos y por los gritos de las almas que se retorcían en el infierno, vacías del cuerpo que se pudría bajo tumbas grises y olvidadas, donde la vegetación hacía mucho tiempo había dejado de crecer, turbaba el ambiente con su irónico reír, dichoso del miedo del consternado mundo.
(...)
Un cenicero cayó al suelo y una bocanada de humo lo invadió todo. Eric se levantó del sillón. Con los ojos llorosos y las manos manchadas se levantó y encendió un cigarro. Se podían ver sus ropas rasgadas, un abrigo hasta los pies, de cuero negro, dejando ver la blanquísima piel de su pecho, y unos pantalones que permitían adivinar los dibujos de su cadera. Estaba descalzo y con los pies sangrantes se acercó a ala ventana abierta. El viento despeinó su hermoso cabello negro, y un relámpago iluminó su misteriosa mirada de ojos verdes.
Una lágrima resbaló por sus mejillas. Se quedó pensativo, paseando su vaga mirada por la oscuridad de la noche. Cerró los ojos cansado. Empujó la ventana hasta que oyó el choque de ésta al cerrarse. Pasó las cortinas. Dio unos cuantos pasos y se paró frente al altar. Le dio una calada al cigarro y el humo cubrió su impasible rostro. Pasó su mano sobre la fría piedra como si acariciase a una mujer, sosegadamente, mientras se excitaba sólo con pensar en que acariciaba a la mujer que amaba.
Se separó unos centímetros del altar. Se dirigió de nuevo al sillón y se apoyó en el respaldo, de espaldas a la puerta del cuarto. Se apartó el pelo de la frente con lentitud. Respiró hondo y apagó el cigarro. Eric tenía una palísima piel, inmaculada, perfecta, sin pecado alguno, pelo negro como el carbón, una penetrante mirada de ojos verdes y unos carnosos labios de un rojo intenso, tan tentadores como cada parte de su cuerpo. Se adornaba con unos aros de plata que le hacían aún más atractivo, si fuese posible que lo fuera todavía más. Era el suyo un rostro perfecto, hermoso, impasible, como el rostro de un muerto. Era un rostro realmente solemne, hipnótico... devastadoramente sublime.
Alguien apareció detrás de él sin hacer ruido. Eric habló:
-Te estaba esperando. Llegas tarde.
(...)
Fragmento de "Infierno" que comencé a escribir con 16 años...11 años y muchas páginas después esta obra sigue incompleta. Quizás algún día la termine, la idea está en mi mente, su desarrollo y su gran final...quizás cambie completamente el lenguaje y mantenga el contenido aunque me gustaría ser fiel a sus orígenes y dejarla tal cual era, tal como la escribí siendo una adolescente. Qué opinais, le buscamos un vocabulario y una redacción más cuidados o la dejamos seguir siendo ella misma?
Un besote y gracias por todos vuestros mensajes de ánimo !!!
LLAUT JULIA - IBIZA
Hace 6 años